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jueves, 22 de diciembre de 2011

En memoria del F.C.Extremadura y otros tantos equipos humildes

Una de las personas que durante mi infancia más me inculcó la admiración y el respeto por el fútbol fue mi abuelo paterno. La familia suele ser uno de los muchos canales a través de los cuales entramos en contacto con el balón y en mi caso fue a través de mi abuelo. En mi memoria, su figura aparece frecuentemente ligada a este deporte y guardo numerosos recuerdos en los que compartíamos nuestra pasión común. Él fue la primera persona que nos llevo a mi y a mi hermano a un estadio a ver un partido y junto a él, oí por primera vez en la radio un carrusel deportivo de domingo

Una de las anécdotas que más grabadas se quedaron en mi memoria, era que solía llevar en la cartera, junto a las típicas fotos familiares, una foto del estadio del equipo de su pueblo. Al parecer, el partido de inauguración lo jugaron el Sevilla y una selección de jugadores de la región, de la cual él había formado parte. Mi abuelo era natural de Almendralejo, provincia de Badajoz, cuna de Espronceda y una localidad pequeña y humilde del interior de la meseta. De Almendralejo también era el Club de Fútbol Extremadura, un club tan pequeño y humilde cómo el pueblo donde se fundó. Por motivos que solamente pueden entenderse en el fútbol, aquel modesto equipo llegó a disputar hasta dos temporadas en la máxima competición del fútbol nacional. En la temporada 96/97 el Extremadura, tras mas de 50 años deambulando por Regional Preferente y Tercera División compartió categoría con el mismísimo R. Madrid o el F.C. Barcelona. Casi nada.

Desgraciadamente la suerte no quiso que mi abuelo llegara a ver al equipo de sus amores jugar en Primera División ya que falleció unos pocos años antes. Hubiera tenido gracia decirle que él había jugado sobre la misma hierba en el que llegó a jugar Ronaldo (aunque fuera alegóricamente, ya que el club era tan modesto que al ascender tuvieron que derribar el campo y hacer uno nuevo, ya que éste no tenia las condiciones necesarias para primera). Por todo esto, a pesar que por aquella época ya tenia muy definidos mis colores, inmediatamente sentí un cariño especial por el conjunto extremeño. No era mi equipo, pero era él de mi abuelo.

Además, la imagen de equipo pequeño ayudaba a simpatizar con él. Sitúense, aquel año se implantaba por primera vez la Ley Bosman y al mismo tiempo comenzó a llegar al fútbol procedente del la televisión cantidades a raudales de dinero, lo que elevo ostensiblemente el nivel de la competición. Fue la primera de vez que se utilizo el termino “La liga de las Estrellas” para referirse a la liga española. En cierta manera tenia gracia ver a un club de pueblo, con un campo en el que no cabrían la mitad de los abonados del Barcelona,  mezclarse con Capello, Rivaldo, Ronaldo, y demás élite del fútbol nacional. Con pocos recursos, escaso presupuesto y mucha ilusión, el Extremadura hizo una primera vuelta acorde con sus expectativas, desastrosa. Recuerdo que tras la llegada desde argentina en el mercado de invierno de Basualdo y el Mono Montoya, el conjunto azulgrana realizó un gran segundo tramo de la competición, luchando hasta el final por una salvación que no pudo ser. El año siguiente volvió a lograr el ascenso entrenado por un Rafa Benítez  que empezaba a labrarse un nombre en los banquillos. Jugo un año más en Primera División, pero perdió la categoría en una promoción frente el Rayo Vallecano que curiosamente dirigía Juande Ramos. Ahí acabaron los 15 minutos de gloria del C. F. Extremadura.

La historia del Extremadura me evoca la de muchos otros equipos, también humildes, también de localidades pequeñas, que tras años de partidos en los sótanos del fútbol español, alcanzan las estrellas. Algunos como el Getafe o el Villareal hasta llegan a jugar en Europa; Otros con peor fortuna como el Mérida o el Compostela, emprenden el camino de vuelta hacia las catacumbas del fútbol. Todos sin embargo, poseen el encanto del equipo modesto y sencillo, el aroma al fútbol de pueblo y categorías inferiores, de jugadores sin renombre y entrenadores con aspecto de vecino de toda la vida. Por todo ello disfrutan también de un poco del cariño de todos nosotros. Y es que, en cierto sentido, todavía somos un poco sentimentales hacia los mas desfavorecidos, los humildes y las cenicientas que se cuelan a escondidas en las fiestas de los más ricos.

Hace poco leí a Javier Marías confesar su apego hacia el Numancia por motivos similares, sentimiento que comparte con el también escritor Peter Handke. Que Javier Marías sea seguidor del Numancia no es algo sorprendente, que lo sea Peter Handke ya es algo más significativo. Más allá de la relación de este escritor austriaco con la ciudad de Soria, su elección por esta escuadra denota una admiración especial hacia aquellos equipos menos mediáticos, más anónimos y en definitiva más cercanos a nosotros. Porque en el fútbol, hay templos con historia y grandeza sobre su césped, como Old Trafford o San Siro, pero de igual manera ese césped es el  mismo que crece en pequeños campos como Ipurúa y el Francisco de la Hera. Es lo que tiene el balón, no entiende de presupuestos, apellidos ni palmares. Su magia puede aparecer en cualquier lugar


En poco más de una década se paso de esto....




a esto otro....


                                                                                        

                                                                                                               ROBERTO

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